Agapea Cultura trae a una de las voces más importantes e impactantes del panorama literario latinoamericano: Rodrigo Blanco Calderón
Con motivo de nuestro club de lectura Hora de Té&Libros, nuestra coordinadora del club, Ana Robles Anaya contactó con el autor venezolano para intercambiar impresiones y así aportar su propia visión a la lectura del mes, su obra: The Night.
Ana Robles (AR). Buenas tardes Rodrigo. Su novela The Night ha sido seleccionada para ser leída en el Club de Lectura “La hora del té & libros” de la Librería Agapea, en el CAC Málaga. Decirle que me ha fascinado. La tengo llena de anotaciones al margen y subrayados para comentar con los lectores.
He leído en alguna entrevista que al provenir del mundo el relato ha intentado que cada capítulo se contemple como una pequeña historia (casi independiente al resto), evitando así las transiciones de la novela clásica.
Rodrigo Blanco (RB). Buenas tardes, Ana. Me alegra mucho saber que van a leer mi novela en su club de lectura y que te ha gustado particularmente. Gracias. Sobre el aspecto técnico, está bien lo que mencionas. Yo provengo de la escritura de cuentos y quise trasladar el mismo modelo de escritura y, sobre todo, de experiencia de lectura a los capítulos de mi novela.
Pero hay muchos otros detalles sobre el proceso de gestación de The Night. Específicamente, qué te interesaría saber.
AR. En toda la novela se detecta un especial interés por la lingüística, por las palabras y su múltiples posibilidades de combinación. Anagramas, palíndromos… Entiendo que para comprender a los personajes de la novela tenemos que entender su admiración por los autores que indagaron y reflexionaron sobre estos juegos literarios. ¿Siente usted la misma admiración de sus personajes?
RB. Sí, yo siento una gran admiración por personajes históricos como Darío Lancini o Ferdinand de Saussure. Me fascinan ese tipo de obsesiones que conducen, a su vez, a estilos particulares de vida. Son como unos monjes laicos. Sujetos que pueden dedicar toda su vida a buscar dentro o debajo de las palabras un sentido secreto que tal vez no exista.
AR. Uno de los personajes habla de “desatadura del lenguaje”. El carácter experimental de la Literatura en la actualidad se traduce para usted en…
RB. Es una buena pregunta porque yo mismo no me considero un narrador «experimental». Más bien siento que mi modo de concebir la novela es bastante tradicional, si recordamos que ese modelo nos viene de Cervantes. Hay autores como Aira o Bellatín o Fernández-Mallo que se asumen abiertamente experimentales y eso significa concebir la literatura en la relación con otras artes, discursos y hasta con otras tecnologías. Aunque puedo disfrutar dialogar en diversos grados con ese tipo de apuestas, yo practico la experimentación dentro de la propia literatura, recurriendo a subgéneros y temas que quizás ya están en desuso. Pero siempre partiendo de una premisa que hoy luce demodé: que la literatura existe y que sí se puede diferenciar de otras artes.
AR. La novela narra el fracaso de un proceso fallido de escritura que termina recogiendo involuntariamente uno de los personajes. ¿Tiene usted algún proyecto fallido o frustrado en el cajón? ¿Algún consejo al respecto?
RB. Tengo un cajón mental lleno de ensayos magníficos que nunca escribo. En mi experiencia, lo mejor que he podido hacer es respetar el tiempo de cada proyecto de escritura. Mantenerme fiel a ellos de una u otra manera, con las lecturas o el pensamiento, pero nunca forzar su escritura.
AR. ¿Hasta qué punto la acumulación de referencias en la novela no constituyen otra posibilidad de novela?
RB. La novela que ahora estoy escribiendo ata cabos sueltos que quedaron en The Night. Germina a partir de lo que usted llama «la acumulación de referencias». Así que sí constituye una posibilidad, muy real por cierto, de continuar la narración en otras novelas.
AR. El he hecho deliberado de que precisamente el personaje que no tiene pretensiones literarias es quien se encargue de recabar los datos para conformar la novela… ¿Tiene algo que ver con su forma de operar/ de hacer literatura? ¿Dónde está la balanza entre el narrador y el documentalista?
RB. Sí, me parece que la literatura surge en su estado más puro cuando no se la busca deliberadamente. Como esta condición choca con la idea misma de un "proyecto" de novela, uno traslada ese ideal al estilo. Es en la escritura misma donde uno debe crearle al lector la ilusión de que no está leyendo «literatura».
El equilibrio entre el narrador y el documentalista está, para mí, en incluir dentro de la obra, como parte de la anécdota, los resultados de la investigación (el relato que uno intuye está escondido detrás del campo referencial) y el propio proceso de investigación.
AR. Hay referencias constantes en su novela que obliga al lector a ser un "lector activo", a convertirse en un googleador que permanentemente tiene que buscar información sobre los autores citados, las obras… Esta forma de interrumpir la narración, que ralentiza la lectura ¿es buscada conscientemente, qué se persigue?
RB. Yo no soy consciente de que la cantidad de referencias puedan suponer una ralentización de la lectura o, de plano, una interrupción de la narración. La investigación, las lecturas, las referencias son parte fundamental de la anécdota. Las citas, los libros, los autores que se mencionan tienen una consecuencia directa en las acciones.
Escribo pensando en un lector ideal que maneja las mismas referencias que mis personajes. Quizás esta «confianza» en el lector reposa en la existencia de una herramienta como Google. Los buscadores de internet hacen inverosímiles hoy día la práctica de esas novelas realistas del siglo XIX, donde los autores, ante la falta de un marco de referencias comunes o simplemente «accesibles», debían asumir también la función de informar, además de la de narrar.
AR. Darío Lancini, Saussere… Sus personajes bisagra sufren alucinaciones por una “extraña tendencia del lenguaje a desarrollarse siguiendo una pausa musical”. ¿Es esto lo que tiene que sentir un estudiante de escritura creativa? Lo comento porque Darío encarna al escritor en sus desvelos. Esa forma del ver el mundo cuando nos arde una historia dentro y que seguro que usted conoce bien. Ese estar en el mundo sin estar… Yo misma, me he perdido mil veces cuando había un personaje rondándome.
RB. No, al contrario. La frase advierte del peligro de «dejarse llevar» cuando se escribe. Yo me doy cuenta de que estoy distraído cuando lo que escribo empieza a rimar. Ahí no soy yo quien está hablando, ni mis personajes. Es el lenguaje mismo que lo utiliza a uno como instrumento. Los personajes de The Night participan de esta creencia de una manera exagerada, pero hay algo de verdad en la idea de que el lenguaje tiene, por decirlo así, una existencia propia.
AR. “Las calles se quitan la palabra una a otra (…) A mitad de la calle, se extravía y la palabra se le seca en la punta de la lengua. (…) Desde arriba, Darío percibe el laberinto. Aunque desde que empezó con los textos bifrontes, todo se le ha vuelto un extravío de esquinas”.
Coincidencias, signos, intuiciones… Ese gusto por lo incomprensible que revolotea a lo largo de toda la novela ¿Podría ser una metáfora de la propia vida?
RB. Sí, de lo misteriosa que es la vida cuando la percibimos en su hermoso desorden.
AR. Menciona Álamo que “la literatura es un acto de amor no correspondido y los escritores escriben sin haber encontrado una sola vez una respuesta”, me gustaría saber si usted comparte su opinión.
RB. No necesariamente. Creo que es un modo de Álamo para justificar su silencio como escritor. Pero pudiera ser aplicable en muchos casos.
AR. Al leerle, tengo la sensación de que hay preguntas que los personajes lanzan a los lectores y otras retóricas que revierten sobre usted mismo… Por ejemplo cuando Oswaldo Barrero en el capítulo “Autopsia psicológica” le pregunta a Ardiles ¿Por qué alguien querría escribir una novela sobre Darío Lancini?, ¿Se lo pregunta usted también?
RB. Al final de la novela, en los agradecimientos, menciono a Oswaldo Barreto. Cómo la entrevista de más de cinco horas que tuve con él fue decisiva para encaminarme en la novela. Ese pasaje que usted cita reproduce una conversación real con Barreto.
AR. Una última apreciación. Corroboro las palabras de Julio Cortázar a Darío y se las hago extensibles a usted.
“Muchas gracias por estas horas fascinantes que he pasado con su libro, un libro interminable porque se vuelve a él una y otra vez, a solas y con los amigos, en plena calle, en pleno sueño.
Me ha hecho usted un regalo que no olvidaré nunca”.
RB. Es una exageración de un gran generosidad, Ana. Muchísimas gracias por la lectura.