Andábamos sin buscarnos,
pero sabiendo que andábamos para
encontrarnos.
"Rayuela", Julio Cortázar
En el año 2013, esta novela cumplía cincuenta años. A pesar del tiempo transcurrido, sigue teniendo plena vigencia y quienes la leen por vez primera, sienten lo mismo que los que lo hicieron hace cincuenta años: sorprendente fascinación.
Cortázar nunca se consideró un escritor profesional, él escribía para vivir. Y es una paradoja pensar que de no haber existido no hubiera escrito, y por consiguiente, nunca hubiéramos disfrutado de obras maestras como ésta; o viceversa: de no haber sido por la literatura, Julio Cortázar no habría vivido.
Cortázar contaba que esta novela nació a partir de la idea de intentar escribir un libro en donde el lector, en vez de leer la novela así, consecutivamente, tuviera en primer lugar diferentes opciones. Lo cual lo situaba ya casi en un pie de igualdad con el autor, porque el autor también había tomado diferentes opciones al escribir el libro.
Wong, el maestro de collages dialécticos, dijo que la novela que interesa no es la que va colocando los personajes en la situación, sino la que instala la situación en los personajes. Hay como una extrapolación mediante la cual ellos saltan hacia nosotros, o nosotros hacia ellos. Y eso es lo que pretende Cortázar en esta novela que, a pesar de su extensa producción literaria, es su obra maestra.
Siendo Cortázar un amante del jazz, llevó esta afición a la literatura. Múltiples relatos, como El Perseguidor, dan muestra de ello. En el caso de Rayuela las referencias al jazz son constantes y la música resuena en las voces de cada uno de sus personajes. No en vano, la novela se presenta al lector a través de las experiencias de cada uno con el jazz.
El escritor, que es generoso, da a cada uno de los personajes libertad para expresarse. Traveler, Gregorovius, Horacio Oliveira, son algunos de los personajes principales de Rayuela. Este grupo de amigos que vive en París y se mueve en torno a la Maga, representan cada uno una fase del pensamiento, y en cierta medida, cada uno representa al mundo. Pero la Maga es la única con realidades tangibles. La Maga -que es de Montevideo y no sabe muy bien qué ha venido a hacer a París- trata de establecer realidades con conceptos comunes. Lo que representa, por tanto, la Maga dentro del grupo, es la claridad.
Con la Maga se habla sobre todo de patafísica. A la Maga le encantan los líos inverosímiles en los que siempre se ve metida por causa del fracaso de las leyes de la vida. Gregorovius insiste en conocer el pasado de la Maga, para morirse un poco menos de esa muerte hacia atrás que es toda ignorancia de las cosas arrastradas por el tiempo, para fijarla en su propio tiempo.
Rayuela es eso: un juego en el que hay que lanzar una piedra y saltar sobre la casilla que corresponde. Como juego tiene sus reglas: leer en el orden establecido por el autor, usando el tablero de dirección; aunque si se desea, también puede leerse de forma corriente: empezando del lado de allá, por el capítulo uno y finalizando el número cincuenta y seis. Por consiguiente, el lector (como señala Cortázar) prescindirá sin remordimientos de lo que sigue, es decir, de los capítulos de otros lados. Pero el auténtico lector, el que comprende que la lectura establece un procedimiento similar al juego, comenzará en el capítulo setenta y tres y seguirá el orden que se indica al pie de cada capítulo. Así, el verdadero lector será el que se implique en le juego al que nos invita el escritor.
Sara E. Rodríguez